miércoles, 11 de junio de 2008

Miércoles atípico

Hoy tenía clases en la Edja 1 desde las 20.30 hs. Como siempre y es mi costumbre, llegué casi una hora antes y me puse a conversar con los docentes. No me sentía muy bien: escalofríos, dolor de cabeza y un estado gripal inminente. Yo pensaba dar clases. El grupo no es el de los mejores, pero vengo remando mucho con ellos y quiero terminar bien el cuatrimestre.
Rosa, la directora, me vio y me dijo: Profe. Ud no puede quedarse en ese estado, tiene que irse a su casa. Deje la tarea para sus niños y vaya.
Claro, yo que pocas ganas tenía de darles clase, acepté sin quejarme. Pero claro, después de ahi tenía que ir a otra escuela, así que decidí no ir a casa e irme a trabajar. Con mi dolor de cabeza, con mi fiebre estuve antes de tiempo ahi. Y no se si somatizo mal con esos alumnos, pero llegué a la escuela y se me pasaron todos los síntomas. Di clases hasta las 12 de la noche sin problemas y con todas mis ganas.
Ahora estoy aqui, viendo qué hacer, qué escribir. Quiero ver si puedo mandar algún mensajito a Carlos, para saber como está. Pero si no tiene crédito dudo que tenga alguna respuesta. Es increible como se extraña no tener con quién hablar. Pasar varios minutos en internet y no hablar con nadie es incómodo, pero ya me voy acostumbrando. Los tiempos de hoy no son los tiempos de antes, cuando tenía más de 100 contactos para conversar con quién quisiera y de lo que quisiera. Hoy somos pocos en la red y a veces no coincidimos en tiempo. Es lo que hay

Rutina matutina

Iniciar la mañana siempre me resulta complicado. Despertarme, abrir los ojos, levantarme de la cama, y echarme a andar. Mi celular transformado en despertador suena muy fuerte, casi una bomba en mis oídos. Pero cumple con su fin, me despierta.
Tengo media hora entre la primer campana del despertador y las 6.45. En estos momentos, me levanto, me visto, me arreglo un poco (casi nada, lo suficiente para no aparentar estar muy dormida ni muy despeinada), guardo las cosas que necesito en la mochila y si lo hago lo suficientemente rápido, hasta cuento con algunos minutos para dormitar sobre el sillón hasta que sea la hora de partir hacia la parada.
Estamos en invierno, cuando salgo es de noche y tengo la parada del colectivo a una cuadra de casa.
Ir al trabajo, con el movimiento monótono del colectivo, mi sueño, todo conspira para que cierre los ojos y no vea por donde voy y corra el riesgo de no parar dónde corresponde.
Caras conocidas, otras no.. gente que va y que viene. Las mismas imágenes, todo igual. Todos en viaje, todos en vuelo.
Todos los días la misma rutina, todos los días repetir nuevamente el recorrido, los pasos, las calles, todo igual. Mi vida, ¿siempre igual?